Dije en voz alta que me siento nostálgico... Ah! alguien que escuchó dijo de inmediato: que pena que estés triste. Pero nostalgia y tristeza son dos cosas diferentes.
La tristeza tiene un dejo de impotencia. Es algo malo que nos pasa y no podemos hacer nada contra ello. La nostalgia, por el contrario, es la remembranza de algo bueno. Que no se tiene, pero se tuvo.
Es recordar el olor de la tierra la mañana del día de reyes. Los adultos, no podemos sentir dicho olor, no estamos tan cerca del suelo, ni tampoco esperamos los regalos que nos harán felices por mucho tiempo. Hay que ser niño, para sentirlo.
Es el sentimiento eufórico del abrazo del padre al llegar del trabajo, de sentir su beso en la coronita del cabello. Aunque hace ya 30 años que sentí tal placer, le recuerdo como aquel día. Eso es nostalgia. Melancolia.
Es recordar la brisa que me golpeaba la cara cuando en bicicletas me dirigía hacia la casa de la primera novia. Es el beso con que se me recibía, inocente, sin compromiso, amor de adolecente.
Hoy viene a mí la damisela soledad
con pamela, impertinentes y botón
de amapola en el oleaje de sus vuelos.
Hoy la voluble señorita es amistad
y acaricia finalmente el corazón
con su más delgado pétalo de hielo.
Por eso hoy,
gentilmente te convido a pasear
por el patio, hasta el florido pabellón
de aquel árbol que plantaron los abuelos.
Hoy el ensueño es como el musgo en el brocal,
dibujando los abismos de un amor
melancólico, sutil, pálido cielo.
Viene a mí, avanza,
-viene tan despacio-,
viene en una danza
leve del espacio.
Cedo, me hago lacio
y ya vuelo, ave.
Se mece la nave
lenta, como el tul
en la brisa suave,
niña del azul.
Oh melancolía, novia silenciosa,
íntima pareja del ayer;
Oh melancolía, amante dichosa,
siempre me arrebata tu placer;
Oh melancolía, señora del tiempo,
beso que retorna como el mar;
Oh melancolía, rosa del aliento,
dime quién me puede amar.
Hoy viene a mí la damisela soledad
con pamela, impertinentes y botón
de amapola en el oleaje de sus vuelos.
Hoy la voluble señorita es amistad
y acaricia finalmente el corazón
con su más delgado pétalo de hielo.
Por eso hoy,
Oh melancolía, señora del tiempo,
beso que retorna como el mar;
Oh melancolía, rosa del aliento,
dime quién me puede amar.
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La tristeza tiene un dejo de impotencia. Es algo malo que nos pasa y no podemos hacer nada contra ello. La nostalgia, por el contrario, es la remembranza de algo bueno. Que no se tiene, pero se tuvo.
Es recordar el olor de la tierra la mañana del día de reyes. Los adultos, no podemos sentir dicho olor, no estamos tan cerca del suelo, ni tampoco esperamos los regalos que nos harán felices por mucho tiempo. Hay que ser niño, para sentirlo.
Es el sentimiento eufórico del abrazo del padre al llegar del trabajo, de sentir su beso en la coronita del cabello. Aunque hace ya 30 años que sentí tal placer, le recuerdo como aquel día. Eso es nostalgia. Melancolia.
Es recordar la brisa que me golpeaba la cara cuando en bicicletas me dirigía hacia la casa de la primera novia. Es el beso con que se me recibía, inocente, sin compromiso, amor de adolecente.
Hoy viene a mí la damisela soledad
con pamela, impertinentes y botón
de amapola en el oleaje de sus vuelos.
Hoy la voluble señorita es amistad
y acaricia finalmente el corazón
con su más delgado pétalo de hielo.
Por eso hoy,
gentilmente te convido a pasear
por el patio, hasta el florido pabellón
de aquel árbol que plantaron los abuelos.
Hoy el ensueño es como el musgo en el brocal,
dibujando los abismos de un amor
melancólico, sutil, pálido cielo.
Viene a mí, avanza,
-viene tan despacio-,
viene en una danza
leve del espacio.
Cedo, me hago lacio
y ya vuelo, ave.
Se mece la nave
lenta, como el tul
en la brisa suave,
niña del azul.
Oh melancolía, novia silenciosa,
íntima pareja del ayer;
Oh melancolía, amante dichosa,
siempre me arrebata tu placer;
Oh melancolía, señora del tiempo,
beso que retorna como el mar;
Oh melancolía, rosa del aliento,
dime quién me puede amar.
Hoy viene a mí la damisela soledad
con pamela, impertinentes y botón
de amapola en el oleaje de sus vuelos.
Hoy la voluble señorita es amistad
y acaricia finalmente el corazón
con su más delgado pétalo de hielo.
Por eso hoy,
Oh melancolía, señora del tiempo,
beso que retorna como el mar;
Oh melancolía, rosa del aliento,
dime quién me puede amar.
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