Encuero, estaba yo el otro día ejercitando mi otro hobbie de interés (sentarme sin hacer nada), deleitándome con la realidad de que nada me podía, es ese momento por lo menos, hacer lo que hago con mi hobbie principal (joder).
Me agarraba de vez en cuando, y sin ninguna razón aparente, mis pelotas. Me miraba las uñas de manera masculina y extraía con una el sucio de la otra en un "loop" interminable. Es más!, podía tirarme un peo ahí mismo y el olor no me molestaría.
Así de relajado y en "sintonía" con el universo, me encontraba.
De pronto y sin aviso pasa una guagüita anunciadora con una mardita bocina más grande que su techo y dice a todo volumen, el mundo se está acabando, arrepiéntete!!!
Coño! El susto que me dio hizo que se me encogieran los testículos.
Decidí en ese momento hacer algo que espantara mi enojo y no encontraba mejor cosa que darle un susto a la doña que limpia las escaleras del edifico, que en ese momento escuché, estaba limpiando las de mi piso.
Abrí la puerta principal con toda la ceremonia que un hombre (cuasi-relajado) puede tener y le dije, doña, como es navidad venderé ramilletes, que opina?
La Doña sin inmutarse para de "suapiar" se apoya en el palo del suape y me dice: "El bastoncito de azúcar está bien, pero las pasas están muy chiquitas".
Coño! esa mardita guagüita, me mató el elemento de la sorpresa.
Me agarraba de vez en cuando, y sin ninguna razón aparente, mis pelotas. Me miraba las uñas de manera masculina y extraía con una el sucio de la otra en un "loop" interminable. Es más!, podía tirarme un peo ahí mismo y el olor no me molestaría.
Así de relajado y en "sintonía" con el universo, me encontraba.
De pronto y sin aviso pasa una guagüita anunciadora con una mardita bocina más grande que su techo y dice a todo volumen, el mundo se está acabando, arrepiéntete!!!
Coño! El susto que me dio hizo que se me encogieran los testículos.
Decidí en ese momento hacer algo que espantara mi enojo y no encontraba mejor cosa que darle un susto a la doña que limpia las escaleras del edifico, que en ese momento escuché, estaba limpiando las de mi piso.
Abrí la puerta principal con toda la ceremonia que un hombre (cuasi-relajado) puede tener y le dije, doña, como es navidad venderé ramilletes, que opina?
La Doña sin inmutarse para de "suapiar" se apoya en el palo del suape y me dice: "El bastoncito de azúcar está bien, pero las pasas están muy chiquitas".
Coño! esa mardita guagüita, me mató el elemento de la sorpresa.