La belleza. Según los que saben, está en el ojo del que mira. Pero cuando el que mira es uno, usualmente nos mentimos. Pues casi siempre nos encontramos bellos. Si somos cuerdos, porque el que se haya siempre feo sufre de algún mal, tal vez, poca estima, depresión tal vez. Pero los normales como yo, casi siempre nos vemos bellos.
Alguien me preguntó, oye, Tulli, paso horas mirándome en el espejo, tú crees que sea vanidad. Yo le conteste que no, es imaginación.
Porque querernos es permitido, sin llegar al narcisismo. Esos son los que llegan a amar su propia figura. No su persona. Pues señores, yo amo mi persona (y un chin mi figura) y no me siento vanidoso por ello.
¿Saben que otra cosa amo? La naturaleza: La luna, el viento, las nubes, el cielo y el rio. Ellos me hacen despertar del sueño de belleza y me hacen recordar que es más bello lo que me rodea. Que es más bello el ensueño.
Por tal razón les dejo con Amado Nervo y su poema Viejo Estribillo, de su libro “El Éxodo y las Flores del Camino” escrito en 1902. Disfrútenlo:
¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...
¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿Quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
Es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...
Di, ¿quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? Son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...
¿Quién regó sus collares en el agua, Dios mío?
Lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...
¡Oh Señor! La belleza sólo es, pues, espejismo;
nada más Tú eres cierto: ¡sé Tú mi último dueño!
¿Dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
Un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...
Alguien me preguntó, oye, Tulli, paso horas mirándome en el espejo, tú crees que sea vanidad. Yo le conteste que no, es imaginación.
Porque querernos es permitido, sin llegar al narcisismo. Esos son los que llegan a amar su propia figura. No su persona. Pues señores, yo amo mi persona (y un chin mi figura) y no me siento vanidoso por ello.
¿Saben que otra cosa amo? La naturaleza: La luna, el viento, las nubes, el cielo y el rio. Ellos me hacen despertar del sueño de belleza y me hacen recordar que es más bello lo que me rodea. Que es más bello el ensueño.
Por tal razón les dejo con Amado Nervo y su poema Viejo Estribillo, de su libro “El Éxodo y las Flores del Camino” escrito en 1902. Disfrútenlo:
¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...
¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿Quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
Es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...
Di, ¿quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? Son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...
¿Quién regó sus collares en el agua, Dios mío?
Lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...
¡Oh Señor! La belleza sólo es, pues, espejismo;
nada más Tú eres cierto: ¡sé Tú mi último dueño!
¿Dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
Un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...